miércoles, 12 de diciembre de 2012

Toma falsa

Aparece una mujer vestida de rojo en la pantalla de la televisión. Y, de repente, dice:

- "Hola, soy tu menstruación".

Y el anuncio sigue, dando la información de las compresas, salvaslips o lo que sea.
Lo que nadie sabe es que en las tomas falsas, se coló una señora vestida de negro, a lo figuranta, para hacer la gracia.

- "Hola, soy tu depresión".

Eso dijo. Y luego se echó a reír con un matiz un tanto inquietante. Aunque claro, quedó en una anécdota como cualquier otra.
Pero esto no siempre es así: hay veces que de verdad llega, te envuelve por completo en su manto de oscuridad, y te arropa con cuidado mientras te lleva consigo. Cuando quieres darte cuenta, estás en el centro de un laberinto. Intentas salir, pero sin resultado. Y tras cansarte de luchar por escapar de entre esos muros de vegetación, acabas cayendo poco a poco en un estado catatónico donde ya todo da lo mismo, acurrucándote en las sombras y sin ganas de nada, mientras la risa de la señora de negro resuena en tu cabeza.

Quién sabe si algún día podremos escapar de ese estado mágicamente. Lo que si tengo claro es que, por mucho que uno lo intente, rara vez va a conseguir algo solo: generalmente es alguien quien te encuentra ahí en medio, coge tu cara entre sus manos y hace que recuperes ese brillo de luz que antes habitaba en tus ojos con tan solo mirarte.

Porque si hay algo que nunca falla es el 'antídoto universal'.

lunes, 3 de diciembre de 2012

¡Que va otra!

- "¡Decid PA-TA-TAAAAAAAA!"

 Esa es la frase más utilizada para sacarnos una sonrisa a la hora de sacar una de las tropecientasmil fotos que nos tiene deparadas el destino para el día X, bien sea porque es un cumpleaños, una boda, un bautizo, o simplemente estés visitando una ciudad nueva y quieran tener un recuerdo contigo, en el que queda plasmado tal y como eres físicamente en ese momento, te guste o no.
Es una sonrisa fingida, generalmente, pero que intentamos que se vea natural y para nada forzada. A veces lo conseguimos, otras no, aunque con la práctica suelen acabar pasando por sonrisas normales y corrientes.

Pero estas situaciones no son las únicas en las que fingimos sonreír. ¿Qué me decís de esas veces que alguien os cuenta un chiste, no os hace gracia, pero que esbozas una pequeña sonrisita y os reís por lo bajo? ¿O cuando pones un amago de cara terrorífica (en la que generalmente acabas haciendo muecas raras donde las haya) para intentar asustar a alguien o decirle, sin palabras, que se prepare para algo que le espera?

Como estas hay muchas otras situaciones, pero la más incómoda y agotadora de todas es, sin lugar a dudas, el tener que sonreír día a día sin razón alguna, sin tener motivos para ello, no sólo porque no quieres que te vean mal, sino porque puedes ser muy reservado hasta con tu entorno más cercano, o porque no quieres preocuparles con tus problemas, por ejemplo. Y acaba cansando. Mucho.

En el fondo siempre me acabo preguntando porqué hago esto, si no vale nada más que para acumular sentimientos, sensaciones y quebraderos de cabeza. Y no encuentro una respuesta. Nunca. Porque como siempre, el fotógrafo de turno, antes de que dé tiempo a nada, dice la siguiente (ya mítica, a mi parecer) frase:

- "¡QUIETOS TODOS, QUE VA OTRA!"

Por lo que, una vez más, volvemos a poner nuestra mejor sonrisa fingida.
Y volvemos a empezar.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Con un helado

Qué sería la vida sin reír, sin sonreír. Y sin pasarlo bien.

¿Algo gris y monótono? Quizás. Quién sabe. Lo que si tengo muy claro es que cuando te diviertes, el tiempo vuela, y ahora miro hacia atrás y me hubiera gustado que ciertos momentos no hubieran pasado tan rápido como lo hicieron.
Pero el pasado, pasado está. De nafa vale vivir en él.

Personalmente, hay muchos buenos momentos que me gustaría que volvieran a acontecer. Pero tengo todo un futuro por delante para vivir y, la verdad, no quiero desperdiciarlo mirando hacia lo que una vez fue (o pudo haber sido) para, cuando logre mirar al frente, darme cuenta de que voy a chocar contra un gran muro. El muro del pasado, que no te deja ir.

Por eso he decidido pasar página. Otra etapa de mi vida se cierra, y espero conseguir echar a volar algún día. Volar, quizás, a un lugar lo suficientemente alto para poder contemplar una puesta de sol sin obstáculo alguno, mientras me quedo embobado con la gran diversidad de matices que el sol provoca al decirnos, como cada día, hasta mañana.

          - "Man, time flies..."

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Siempre el mismo final

          - Usted perdone, no pretendía asustarla.
          - Ah, no me asusté. Es sólo que es usted un...
          - ¿Un extraño?
          - Ajá.
          - ¿Pero no lo recuerdas? ¡Ya nos habíamos conocido antes!
          - ¿De veras?
          - Por supuesto, tú misma lo has dicho, una vez en un sueño.

Con los escasos 10 segundos que dura este pequeño diálogo entre Aurora y Felipe, Disney nos presentó al estereotipo de 'Príncipe Azul'.
Desde entonces, corregidme si me equivoco, todos hemos soñado alguna vez con encontrar a esa persona. Ese joven ideal, como hecho a medida para uno mismo, con el que poder ser feliz por conmpleto.

La realidad no puede sino estar más lejos de este concepto. O al menos, eso es lo que la vida me ha enseñado: no existe nadie perfecto. Y mucho menos ese 'Príncipe Azul'.
Si ya de por si es difícil encontrar amigos de verdad (no de esos que sólo están en los buenos momentos, sino aquellos que de verdad se preocupan por ti y les importas), el toparte con una persona así no puede ser más que una ilusión. Sobre todo si eres tímido.

Con esto no niego que no sea posible encontrar el amor, una persona a la que le gustes y te quiera tal y como eres, sino que no existe esa media naranja que nos gustaría tener. Puede tardar más o menos tiempo (o eso me gusta creer) pero, en general, ese bebé con alas llamado Cupido siempre acaba acertando con alguna de sus flechas con punta de corazón en tu trasero.

Hasta ya lo dicen los propios personajes: ya se habían conocido antes, una vez en un sueño. Y como pasa con todos los sueños que tendrían un final feliz, siempre acabamos despertando y volviendo a la realidad cuando va a llegar la mejor parte.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Simple y efectivo... ¿O debería de decir afectivo?

Todos conocemos esa sensación que te deja la llegada de un bajón.
Te encuentras completamente desganado, ves todo gris y oscuro, y quieres ir a la emoesquina.

Ante esta situación, suele haber dos opciones: ponerse música deprimente para acabar peor aún, o intentar animarse. Últimamente parece que está de moda la primera, cosa que no entiendo. Personalmente, yo intento poner en práctica la segunda, unas veces con más éxito que otras. No me gusta ver a la gente mal, y tampoco soy tan rarito como para gustarme estar así.

 Al final acabas desahogándote con ese amigo con el que tanta confianza hay tarde o temprano, porque no puedes aguantar más. Necesitas explotar.

El problema viene cuando uno no tiene a esa persona, y se contiene. Se guarda todo para sus adentros.
Pasa el tiempo. Se va acumulando. Y tarde o temprano, te das cuenta de que hay algo dentro de ti, no sabes lo qué, que te hace sentir extraño. Entonces es cuando acabas recordando que llevas demasiado tiempo así y que te gustaría poder explotar, desahogarte, quitarte esa sensación de encima.

Le pegas a un muñeco de bolitas de poliespán. Gritas. Acabas dándote por vencido.
Es entonces cuando te das cuenta de que hay algo que necesitas. Algo que recuerdas vagamente, que hace mucho que no recibes.

Un abrazo.

Pero no uno cualquiera, sino un abrazo que te haga sentir especial, que permita que las lágrimas afloren y recorran tus mejillas. Que dé sensación de calidez para contrarrestar el frío del páramo en el que te habías perdido.

Os preguntaréis el porqué.
Es simple, ya se sabe... Con un abrazo puedes llegar a expresar una infinidad de sensaciones, emociones o cosas que con palabras sería muy complicado, o incluso imposible.
Por eso, en muchas situaciones un abrazo es el mejor remedio que puede haber.